Esta es la historia de la primera vez que compré pañales. En un comienzo detallo cuestiones técnicas y posteriormente cuento la historia.
Antes de hacerme el ánimo y tomar por primer vez la decisión de comprar pañales, investigué una y otra vez el producto que compraría. Nadie que haya tenido la dificultad podría negar aquella frustración, la de la necesidad de contar con un pañal propio para satisfacer aquella ya no tan desconocida necesidad.
El primer deseo para la mayoría, si es que no todos, es el de contar con el placer de poder usar un pañal de bebé, lamentablemente el físico de adulto nos lo imposibilita a muchos. Sin embargo, no se pierde la esperanza de poder comprar alguna vez un pañal de aquellos con diseño de bebé pero de tamaño adulto, lo cual resulta caro, imposible o muy difícil, para la mayoría, valga la redundancia.
Bueno, volviendo a lo de la investigación, concluí que la compra debía ser un paquete de pañales para adulto. Puede resultar muy obvio pero, si es que algún adulto tamaño promedio jamás ha comprado pañales y piensa que puede usar la talla de pañales de bebé más grande, le adelanto que lo más probable es que no le queden.
Luego investigué las marcas de pañales que vendían en mi país (todas tienen página web con detalles técnicos), para esto simplemente bastó observar las marcas que vendían en el supermercado o lugar en el que había planificado mi compra, obviamente no son todas pero resultó útil para no haber ido a buscar un producto que luego no encontraría. El tamaño del pañal también importa. Los pañales de adulto no son estándar, y como las primeras compras no siempre resultan perfectas, ese fue uno de los errores de primerizo que cometí en una de mis primeras compras. No porque tu cintura sea de 100 o 110 centímetros quiere decir que te vaya a quedar un pañal cuyo máximo sea 110 cm. Es decir, las cintas cerrarán pero te quedará apretado. En fin, creo que no hace falta nombrar la marca así que continuaré con la historia.
Historia:
Habiendo investigado, fui a comprar mis pañales al supermercado que tenía más cerca de casa. Esperé un día en que me quedaría solo en la noche y aproveché las horas cerca del cierre del supermercado puesto que sabía que habría poca gente. Nadie puede negar que su primera compra no lo pone nervioso al punto del infarto. Sentía que el corazón se me iba a salir y estaba tan apurado que cada dos por tres cometía alguna torpeza, entre esas que cuando fui a poner el paquete de pañales sobre la caja para pagar este se me cayó al piso.
Bueno, estaba ya en el pasillo de los pañales y revisaba mi teléfono celular como para disimular que tenía alguna anotación sobre las instrucciones que alguien me había dado para ir a comprar los pañales. Son de esas tonteras de las que te preocupas pero en que verdad son completamente inútiles porque la verdad nadie dice "Oh! el esta comprando pañales! Ah! pero está viendo su celular, debe ser porque alguien se los encargó!". Recuerdo esto y la verdad me da entre risa y vergüenza.
Finalmente me decidí a por un paquete de pañales que por su puesto no eran los que había concluido con mis investigaciones, puesto que la verdad no me acordaba bien cuales eran (ojalá la anotación del teléfono hubiese sido real jajaja) y los llevé tan nervioso como ya describí a la caja. Pagué con efectivo y yo mismo los empaqueté, traté de salir sin mirar a nadie y disimulando haber comprado algo normal pero el corazón me seguía a punto de estallar.
Habiendo salido del supermercado caminé entre la oscuridad de la calle lo más rápido que pude a casa, a cada metro que me acercaba el nerviosismo comenzó a mutar hacia la ansiedad de llegar lo más pronto posible a casa y disfrutar de mi primer paquete de pañales. Llegue a casa, abrí la puerta y lo primero que hice fue lanzarme a la cama y contemplar aquel paquete de pañales, el trofeo.
Mandé a volar mis pantalones y mi ropa interior hasta quedar solo en polera y calcetas, eso ya me hacía sentir como al bebé que será mudado a continuación. En aquel estado de ridiculez morboso fue que abrí el paquete de pañales solo para, en primera instancia, decepcionarme por un momento. Los pañales eran tipo tela y sin broches sino que con cintura elasticada.
La inexperiencia hizo que jamás pensara en aquella posibilidad. De entre todos los pañales de adulto esos probablemente fueran lo más alejado a los pañales de bebé que deseaba sentir en la entrepierna. Es así como en aquella primera experiencia le dije adiós al sonido del plástico al caminar y al placer de abrochar el pañal a cada uno de mis costados.
Al final, no podía dejar de disfrutar de mis, a pesar de todo, pañales. Así que igualmente me los puse, anduve solo por la casa como bebé y tomé un par de fotografías, que ya no guardo por cierto. Al verlas pude notar que igualmente se veían como pañales y disfruté de aquella sensación de ridiculez que en parte es la que me produce placer.
Espero les haya gustado esta anécdota. Mi vida ABDL está llena de primeras veces que me gustaría contar.
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